2 dic 2017

ORIGEN DEL TOQUE DE ORACIÓN EN RECUERDO A LOS CAÍDOS














Finales de abril de 1503, en Italia. Las menguadas Tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, el Gran Capitán, en inferioridad numérica, se enfrentan a los  franceses, mandadas por el Duque de Nemours.


Gonzalo Fernández de Córdoba. El Gran Capitán

El Gran Capitán colocó a su derecha a su veterana Infantería, mandada por Pizarro, padre del conquistador de Perú, formando en cuadro. En el centro, los piqueros alemanes, también en cuadro. A la izquierda, la Caballería pesada mandada por Diego García de Paredes. Delante de estas formaciones, colocó la Caballería ligera, y cuatro piezas de Artillería.

Carga la Caballería pesada francesa, le contesta la Artillería española pero el polvorín explota. El Gran Capitán grita a los titubeantes soldados: "¡Ánimo, compañeros, esas son las luminarias de la victoria!”.

Un nuevo ataque de la Caballería francesa también fracasa. Nemours usa la superioridad numérica de su Caballería pesada, atacó de nuevo de flanco. Los Arcabuceros españoles les produjeron muchas bajas, también muere entonces el Duque de Nemours. Le relevó en el mando galo el suizo Chandieu, que evitó a los españoles e intentó atacar al cuadro central de Piqueros alemanes, siendo muy castigado por las picas teutonas y los Arcabuceros españoles. Chandieu murió en este ataque, y los franceses se retiraron.

Entonces, el Gran Capitán ordenó un ataque general, diezmó y dispersó el Ejército francés.

Los españoles celebraban la victoria con una buena cena, cerca del campo de batalla. El Gran Capitán preguntó a uno de sus pajes, de nombre Vargas, de dónde había sacado la rica vestidura que lucía. Vargas confesó que, durante el combate, vio a un caballero herido, le derribó de su caballo, reconoció al Duque, le remató y le desnudó, la ropa era un bien preciado.

D. Gonzalo suspendió la cena, y pidió que le llevara hasta el Nemours muerto. Le hizo vestir con sus mejores galas. Con solemnidad, en silencio, le llevaron a su campamento y le rindieron honores militares. D. Gonzalo costeó personalmente las honras fúnebres. Mandó emisarios al campamento francés por ver si querían se les entregase el cuerpo del Duque, o preferían que fuera honrado en el Campamento español. Los franceses pidieron el cuerpo. El ataúd, forrado de terciopelo negro, a hombros de Capitanes españoles, escoltado por cien lanzas a caballo, fue entregado al Ejército francés.

Además, D. Gonzalo pagó medio real a quien enterrara a cada francés de los cuatro mil muertos, y en ello se afanaron los habitantes de la región. Los Soldados españoles enterraron a sus cien bajas.

Y por último, el Gran Capitán regaló al derrotado Ejército francés dos barcos, que había apresado en las costas de Nápoles, para que pudieran regresar por mar a Francia.

Luis XII, el Rey de Francia, envió una carta que también consta en las Crónicas: "No tengo por afrenta ser vencido por El Gran Capitán de España, porque merece que le dé Dios aun lo que no fuese suyo, porque nunca se ha visto ni oído Capitán a quien la victoria haga más humilde y piadoso".

Fernando el Católico, por su parte, escribió al Gran Capitán recriminándole el regalo de las dos embarcaciones al enemigo. El Gran Capitán le respondió: "Si nuestras fueran, se las diéramos; a Dios le gusta más usar de la Misericordia que de la Justicia. Imitémosle en ello, ya que nos ha dado la victoria".

El Gran Capitán pasó aquella noche pensando sobre lo que había presenciado. Al día siguiente ordenó que, desde entonces y a la puesta del sol, se dieran en sus Ejércitos tres “toques largos” de "caja de guerra". Estos toques se darían en memoria de todos los caídos en combate, tanto de sus Ejércitos, como de sus enemigos. Se inspiró en una tradición que ya existía desde muchos siglos antes en la Iglesia, que eran los tres toques de campanas diarios, al alba, mediodía y puesta de sol. Este último, se llamaba de Oración, y se dedicaba a las almas de los difuntos. Lo que hizo el Gran Capitán, según la tradición, fue ligar un toque de este tipo al recuerdo de los caídos de todos los Ejércitos.

"Esta tradición se extendió por todos los Ejércitos españoles desde entonces. Y después, lo fueron incorporando el resto de los Ejércitos occidentales, hasta el presente." 



P. D.: Esto tuvo lugar en la batalla de Ceriñola (28 de abril de 1503) fue un enfrentamiento bélico ocurrido entre las Tropas francesas y españolas, con victoria de estas últimas, durante la segunda guerra de Nápoles, en lo que hoy es la ciudad de Cerignola (provincia de Foggia, en la Apulia), en aquel entonces una pequeña villa sobre un cerro y protegida por un foso y un talud levantado por las Tropas españolas allí acantonadas. Ceriñola marca el inicio de la hegemonía que España impuso en los campos de batalla europeos hasta la derrota de Rocroi en 1643.



Francisco Javier de la Uz Jiménez


2 comentarios:

Chevi Sr dijo...

En la carta de Luis XII se me humedecieron los ojos y en la respuesta del Gran Capitán a Fernando el Católico cayeron las lágrimas.

Juan Salafranca dijo...

El Gran Capitán, genio de la Infantería, se distinguió por el magnífico y revolucionario empleo de la Caballería ligera, aprendido de sus enemigos de antaño, los moros.