3 ene 2018

REYES MAGOS EN LA DEHESA







Y VENDRÁN A LA DEHESA




Chevi Sr.

31 dic 2017

28 dic 2017

TABARNIA






DONDE LAS DAN, LAS TOMAN
TABARNIA
Tabarnia, como la Cataluña independiente, tampoco existe
Carlos Esteban



España / 27 diciembre, 2017

Tabarnia es un ‘mcguffin’, una broma, una parodia del argumentario secesionista, que desmonta punto por punto desde dentro de la propia Cataluña.

En vano fatigará el lector atlas de recónditas bibliotecas polvorientas buscando su contorno -aunque lo tiene, y bastante preciso-, y será esfuerzo fútil que explore la historia de este territorio que nació ayer mismo, como quien dice, sin duda en una noche de copas.

Es Tabarnia, un vocablo inventado a partir de Tarragona y Barcelona, que, no existiendo, es muy real en más de un sentido, que la prensa está ya reflejando y que se ha convertido en ‘trending topic’ en la red social Twitter.



Tabarnia sería esa zona eminentemente urbana y costera de Cataluña que da el mentís evidente a ese “som un sol poble” -somos un solo pueblo- en el que insisten con mecánico fanatismo los independentistas incluso ante la obviedad de los votos, que dibujan una comunidad autónoma trágicamente dividida en dos mitades casi perfectas, entre independentistas y no independentistas.

Tabarnia es un ‘mcguffin’, una broma, una parodia del argumentario secesionista, que desmonta punto por punto desde dentro de la propia Cataluña.

¿La voz del pueblo, cualquier comunidad tiene derecho a decidir mayoritariamente su destino? Pues Tabarnia ha decidido en las últimas elecciones que no quiere separarse de España y que, en cambio, quiere distanciarse de una Generalitat rebelde.

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¿Espanya ens roba? Tabarnia, sin ser independentista, es la zona más productiva y dinámica de Cataluña, que financia a su pesar las alegrías presupuestarias de ‘construcción nacional’ de una Generalitat ‘indepe’.

Como dice en Twitter Cristian Campos, “lo de Tabarnia empezó como una broma pero ya hay diputados independentistas que han perdido los nervios. Debe de ser porque ha golpeado en la línea de flotación de su autoestima, dejando claro que el nacionalismo sólo es hegemónico en la Cataluña rural subvencionada”.

Desde un primer momento, el movimiento secesionista que culminó en la astracanada del 1-O ha insistido en argumentos que el jocoso invento de Tabarnia desmonta uno a uno, y, por debajo de cualquier racionalidad, a un sentimiento irracional que los ‘tabarneses’ improvisados parodian, a veces con considerable ingenio.



¿Que Junqueras afirmó en su momento que los catalanes tenían mayor proximidad genética a franceses y suizos? Pues Jordi Bernal (@jorbernal) aventura en Twitter que “estudios serios demuestran que los de Tabarnia tenemos más coincidencias genéticas con los madrileños, parisinos o neoyorquinos que con los catalanes, más próximos genéticamente a los campesinos del sur de Francia”.

Tras esa seria reivindicación de esa Cataluña que produce, innova y paga y no tiene la menor intención de separarse de España, porque sabe bien el altísimo precio que podría tener la tartarinesca aventura, el chiste de Tabarnia obliga a abrir los ojos a muchos de los inventos, falsificaciones, exageraciones y falacias del independentismo. Después de todo, como afirma Diego de Schower en Twitter, la inexistente Tabarnia no tiene menos reconocimientos internacionales que la no menos existente República de Cataluña.

La eficacia de la broma -en política es siempre más fácil recuperarse de la derrota que del ridículo- está poniendo a los líderes independentistas más nerviosos que el propio 155. La aplicación del citado artículo constitucional supone un modo extraordinariamente barato -tal como se ha aplicado, casi sin sentir- de posar como mártires heróicos. El pitorreo tabarnés, por contra, les expone como la farsa en que se han convertido.

Incluso la líder de la lista más votada en las pasada autonómicas, Inés Arrimadas, y el líder nacional de su partido, Ciudadanos, Albert Rivera, llaman ambos la atención sobre Tabarnia en Twitter. Señala el segundo: “Si los nacionalistas alegan el inexistente derecho a dividir, cualquiera puede hacerlo”.


Esperemos que nadie llegue a tomarse en serio Tabarnia, que siga siendo hasta el final una broma especialmente afortunada, aunque en este país que tuvo su República de Jumilla es arriesgado darlo por hecho. En cualquier caso, viene bien tenerlo a mano para recordar a los ‘procesistas’ que a su juego puede jugar cualquiera, y que donde las dan, las toman.




Chevi Sr.

23 dic 2017

COSAS VEREDES SANCHO

 









COSAS VEREDES
Sancho que non crederes que faran fablar las piedras.

Da positivo en un control tras tragarse el semen de su novio borracho



Chevi Sr.

20 dic 2017

TERCIOS EN FLANDES

 







TERCIOS


El temible ejército que dominaba en Flandes


Desde que se publicó por primera vez, en 1999, «De Pavía a Rocroi: los tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII», se ha convertido en una obra de referencia sobre las unidades militares por excelencia de los reyes españoles de la casa de Austria. Arturo Pérez-Reverte, padre del Capitán Alatriste, se ha referido al trabajo como «una obra maestra, imprescindible en toda buena biblioteca histórica» y «un relato fascinante del auge y ocaso de la que fue mejor infantería del mundo». Casi imposible de encontrar fuera de las bibliotecas durante muchos años, «De Pavía a Rocroi», que Desperta Ferro Ediciones recupera ahora en una edición dotada con un aparato gráfico y cartográfico, es un ensayo del diplomático Julio Albi de la Cuesta en el que teje un relato pormenorizado sobre los orígenes y la evolución de los tercios, la última «ratio regis» de los monarcas más poderosos del mundo durante siglo y medio. Asimismo, Albi analiza las motivos que cimentaron su primacía sobre múltiples enemigos desde las costas del Mediterráneo hasta las orillas del mar del Norte, pasando por las estribaciones alpinas y otros muchos escenarios bélicos donde gozaron de una racha de triunfos inédita desde la época de las legiones de Roma, en las que precisamente los tercios se veían reflejadas según escribía Sancho de Londoño, maestre de campo del tercio de Lombardía, en el tratado militar «Discurso sobre la forma de reducir la disciplina a mejor y antiguo estado», publicado en Bruselas en 1589.


Encamisadas

La versatilidad fue uno de los factores decisivos en la superioridad de los tercios, que no solo combatieron en batallas y asedios, sino también a bordo de buques de guerra en batallas navales, en desembarcos anfibios y en toda clase de acciones de pequeña envergadura, como las famosas encamisadas –golpes de mano nocturnos en los que la tropa vestía camisas blancas para reconocerse en la oscuridad–. Esta capacidad de adaptación era fruto de la organización de dichas unidades, que se dividían en compañías con un elevado grado de autonomía, pero también de la excelente combinación de distintas armas de que hicieron gala desde sus orígenes.

El mariscal británico Bernard Law Montgomery, vencedor de Rommel en El Alamein, dijo de los tercios que «por lo menos hasta 1600 la infantería española –arcabucería, mosqueteros y piqueros– demostró ser la mejor de Europa; su confianza en sí misma y su pericia en las tácticas convencionales de la época eran extraordinarias».



La metódica compenetración en el despliegue y el uso táctico de estas tres armas hizo de los tercios una fuerza formidable. La predilecta de los soldados españoles era el arcabuz, epítome de la Revolución militar de la Europa moderna. Ya en tiempos de los Reyes Católicos y de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, los infantes españoles eran expertos en el manejo de dicha arma, «idónea para hombres de no gran estatura, nervudos y ágiles», a decir de Albi.

La organización versátil y la potencia de fuego fraguaron la hegemonía militar española aun antes de que el término «tercio» hiciese aparición con la Orden de Génova de 1536. En las batallas de Bicoca (1522) y Pavía (1525), la infantería española, merced a ambas cualidades, impuso de manera indiscutible su hegemonía. En palabras del propio Julio Albi: «Si hubiera que mencionar un factor decisivo, habría que elegir al arcabucero español que, moviéndose con una autonomía inimaginable en la época, “contra todo orden de guerra y de batalla”, aprovechando al máximo las posibilidades de su arma, destrozó a las que hasta ese día se consideraba la mejor caballería y la mejor infantería de Europa: la francesa y la suiza, respectivamente».

Otro elemento determinante en la fecunda racha de victorias de los tercios españoles fue su singular «esprit de corps». «Fuera de su tierra se defienden unos a otros en amistad estrecha, lo cual es causa de que sus escuadrones sean casi invencibles en las guerras», escribió sobre los soldados españoles, a finales del siglo XVI, el diplomático y teórico político saboyano Giovanni Botero. Asimismo, los soldados de los tercios, desde los Grandes de España hasta los Lazarillos de Tormes, imbuidos de un espíritu hidalgo, tenían su reputación en alta estima. Como expone Albi: «A pesar de su asendereada vida, llena de miserias y de privaciones, los hombres de los tercios tenían una excelente opinión de sí mismos, y de su oficio, al que describían como “el más honroso y sublime de todos”». También influyó en la ecuación la férrea disciplina que los comandantes impusieron entre la soldadesca. En 1567, el duque de Alba condenó a muerte a tres soldados por robar unos carneros. Finalmente, solo uno fue ajusticiado. Para determinar cuál de los tres, tuvieron que echarlo a suertes, según refiere el soldado y diplomático Bernardino de Mendoza en sus Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos desde el año de 1567 hasta el de 1577 (Madrid, 1592). En palabras de Albi, para enrolarse en los tercios «había una condición esencial, a la que se subordinaban todas: “el más alto precepto de la milicia es la obediencia” [...] Obediencia, en fin, orientada a evitar el exceso de coraje, disciplinándolo y obteniendo de él el máximo rendimiento».



Jerarquía informal

Entre los tercios españoles la disciplina persistía incluso durante los motines, cuando las tropas se negaban a obedecer a sus oficiales como medida de presión para que se les pagase el dinero que se les debía. «Un observador extranjero comentaba al respecto: “Para decir la verdad, si puede haber algún buen orden en los motines, los españoles hacen los suyos en buen orden y cuando les manda el electo mantienen una disciplina tan buena y tan estricta como cuando sus oficiales están con ellos”». En los motines, en efecto, los soldados establecían una jerarquía informal en la que gobernaban el tercio un «electo» y varios consejeros. En ocasiones excepcionales, como la del saco de Amberes, en 1576, algún tercio llegó a entrar en acción comandado por su electo.

De todo ello y muchas otras facetas interesantes de los tercios españoles –desde las evoluciones tácticas hasta la vida diaria de los soldados y los pormenores de asedios y batallas decisivas en su trayectoria– da buena cuenta «De Pavía a Rocroi», que analiza, además, las causas del declive de estas unidades. Al respecto, el autor desarma la tesis, sostenida hasta hace relativamente poco por autores anglosajones, de que fueron las innovaciones tácticas holandesas y suecas las que acabaron con la hegemonía del modelo español. En opinión de Albi, el intercambio de experiencias y conocimientos entre los contendientes fue constante, y los motivos del declive de los tercios fueron de índole política y económica, relacionados directamente con la ambiciosa pero insostenible estrategia global de los Austrias. Concluye el autor: «Habría que hablar entonces, no del agotamiento de un modelo militar, sino del de un Estado, incapaz de seguir manteniendo y financiando durante más tiempo una política que estaba por encima de sus posibilidades».




Chevi Sr.