USSÍA ARTÍCULO EN LA RAZÓN
Juramento o promesa. Un
militar jura o promete lealtad a su Bandera. No me refiero al escudo, que puede
variar con los tiempos. Lealtad a su Bandera y derramar en su defensa, si
llegara el caso, hasta la última gota de su sangre. El general Rodríguez, Jefe
de Estado Mayor de la Defensa durante el Gobierno de Zapatero, juró lealtad a
la Bandera en la Academia General del Aire. Maniobró y desfiló bajo esa
Bandera. Ocupó sus despachos presididos por la Bandera. Enterró a sus
compañeros, caídos por España en misiones militares o asesinados por el
terrorismo, con sus ataúdes cubiertos con su Bandera. Y alcanzó el mayor grado
y empleo cumpliendo con su deber y con su juramento o promesa. Curiosamente,
hoy ha dejado de ser un militar para convertirse en un político. Un partido
político cuyos dirigentes desprecian la Bandera a la que juró o prometió
lealtad don Julio. Sus compañeros de partido gustan mostrar en sus
comparecencias la bandera republicana, también conocida como la tricolor, la
rumana o, simplemente, la fea. Y ha llegado a un acuerdo con los dirigentes de
«Podemos», que apoyan a Bildu –la ETA– en el País Vasco, que defienden el
derecho a la fragmentación de España, que consideran la unidad de la Patria un
contrasentido y jamás se han permitido un rasgo de generosidad y justicia con
los militares que cumplen diariamente con su deber y con aquellos que han sido
enterrados por entregar su vida por sus compatriotas. Muchas lagunas en la
memoria de don Julio. Muchos desencuentros anímicos en su proceder. Muchos
olvidos de sus compañeros en su mal paso dado.
Los de «Podemos» dicen una
cosa hoy y otra mañana, y en el mismo día, tres o cuatro contradictorias
depende de dónde se hallen y hablen. Pero uno de los rasgos comunes de los
dirigentes de «Podemos» es su desafecto profundo por todo lo militar. Pretendo
ser bien entendido. Por todo lo militar en España, en los Estados Unidos, en
Francia o en Inglaterra, que no por lo militar en Cuba, Venezuela y Corea del
Norte. En estos tres últimos casos, lo militar les gusta más que comer con los
dedos. Ellos son partidarios del militarismo en el poder, no de los Ejércitos
que sirven a la sociedad desde el deber y la disciplina a las órdenes de los
Gobiernos elegidos con los votos libres y soberanos. No puedo figurarme a don
Julio estrechando la mano de los proetarras de «Bildu». No me cabe en la cabeza
que un general de cuatro estrellas se atreva a decir que el problema de
Cataluña «se soluciona con política, y no con la Ley». Que un general del Aire
recomiende pasar por encima de la Ley es gravísimo. Pasar por encima de la Ley,
con mayúscula, equivale a quebrar el Estado de Derecho, las leyes, la
Constitución y, en su caso también, las Reales Ordenanzas que juró o prometió
cumplir.
Tuve con don Julio muy breves
y esporádicos encuentros, y siempre se comportó con la cortesía y buena
educación de los que llevan el uniforme. Sabía que muchos de sus compañeros le
decían «Julio el Rojo», y que otros le achacaban su escaso esfuerzo en la milicia
y su preferencia por los cómodos despachos. En las Fuerzas Armadas son
necesarios los militares de campo que disfrutan con sus hombres y comparten sus
padecimientos, y lo que proyectan, idean, mandan y pesupuestan desde sus
despachos. Pero no se me va de la cabeza lo que don Julio ha dicho. Saltarse la
Ley. Eso se llama golpismo, y me niego a creer que don Julio sea un golpista.
¿Lo veremos en un mitin con la
bandera «rumana» a sus espaldas? ¿Lo veremos abrazando a un dirigente de
«Bildu»? ¿Se saltará la Ley un general de cuatro estrellas con los primos
hermanos de «Podemos» en Cataluña, los de la CUP?
¿Un nuevo Miaja? No entiendo
nada.
Fernando de Santa Pau Corzán
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