Por
fin un lugar en la Red donde poder comunicarme diariamente con todos aquellos
que no me quieren y con los que aún me guardan un cierto afecto.
miércoles, noviembre 21, 2018
Los
sacerdotes nunca debemos meternos en cuestiones políticas. Nuestro afán debe
estar en el cielo e involucrarnos en banderías humanas lo único que logrará es
alejar a las almas de nosotros que debemos ser padres para todos.
Hoy,
cuando escribo estas líneas, es el aniversario de la muerte de Francisco
Franco, el que fue caudillo de España. En mi juventud, nunca tuve la más mínima
inclinación hacia un régimen que para mí era el pasado. Pero, con el pasar de
los años, fui sabiendo más y más acerca de esa época.
Y,
finalmente, con un conocimiento del tema más que suficiente, habiendo leído y
escuchado a los dos bandos, puedo afirmar que el gobierno socialista que
tuvimos en este país durante mi juventud nos había engañado con su dominio de
los medios de comunicación: Nos había vendido como buenos a los que eran los
malos, y como malos a los que habían sido los buenos.
¿Puedo,
como sacerdote, decir algo de un régimen que se reconoció, ante todo y sobre
todo, como cristiano?
¿Puedo,
como sacerdote, expresar mi opinión acerca de un gobernante que siempre vivió
en el cumplimiento de los Mandamientos de Dios, que murió como hijo de la
Iglesia?
¿Es
hablar de política llegar a la conclusión de que si Dios no hubiera
intervenido, España hubiera sido hasta 1989 como Albania, Yugoslavia o Cuba, es
decir, un régimen anticristiano, comunista, totalitario?
Es
cierto que, frente a eso, hubo que implantar un régimen autoritario. Es cierto
que solo la guerra liberó a millones de personas de ese yugo férreo. ¿Pero
puedo negar que esa conflagración fue vivida como una cruzada? ¿Puedo yo
traicionar la memoria del obispo de Teruel, don Anselmo Polanco, al que se le
fusiló a menos de dos meses de acabar la guerra por no desdecirse al menos del
carácter de cruzada? Solo se le pidió eso para dejarle vivir: retirar su firma
de la Carta Conjunta de todos los obispos españoles. ¿Puedo yo ahora decir que
murió en vano?
¿Pero,
de verdad, creo que hubiera sido mejor la implantación de la dictadura totalitaria
marxista que no un régimen autoritario que intentó poner orden, levantar el
país y buscar lo que nos uniera?
Desde
pequeño escuché que hicieron cosas malas unos, pero que hicieron cosas malas
los otros. Por supuesto que no me hago solidario de lo que de malo, de abusivo
o de criminal se hiciera en el bando nacional. Pero quede claro que primero
hicieron mal, mucho mal, los marxistas. Y después los otros fueron haciendo
juicios militares al ir reconquistando España. Ahora bien, comparar las
matanzas masivas y las torturas de los comunistas, socialistas y anarquistas
frente a las muchísimas menos condenas de los juicios de guerra resulta
sencillamente miserable. Estoy en contra de la pena de muerte, pero no, no fue
lo mismo.
¿Por
qué escribo estas líneas que ningún bien me harán? Pues porque quedan pocos
años en los que esto se pueda hacer sin pagar grandes multas. Eso sí, no me
extraña que los descendientes ideológicos de aquellos socialistas, comunistas y
anarquistas se la tengan jurada a Franco. El modo en que persiguen su memoria
nos da la medida del bien que hizo. Hay que reconocerlo, el Caudillo fue una
pesadilla para ellos.
Franco
fue un David invicto en la cruzada, reinando los mismos años que él. Y si fue
un David en la guerra, fue un Salomón en la paz. Dios protegió a España. Eso
sí, sin los pecados del uno ni los del otro. El siempre siguió los caminos de
los Mandamientos.
Si
leo en misa las batallas de los Macabeos, ¿voy a negar nuestra cruzada?
¿Ensalzaré a Judas Macabeo y negaré a Francisco Franco? ¿Qué hizo el uno que no
hiciera el otro?
En
fin, solo me busco problemas diciendo estas cosas, pero debo ser obediente a mi
conciencia y dejar bien claro que Caín fue Caín, y Abel fue Abel.
Católicos
que me escucháis, recordad que, en algún día lejano, muy lejano, Franco podrá
ser canonizado como ejemplo de príncipe cristiano. Porque no conozco a ningún
jefe de Estado que gobernara con una fidelidad más exquisita a la doctrina de
la Iglesia, con una obediencia más rendida a los obispos. Si lo hubo, no lo
conozco. Si otros lo niegan, ¡yo no lo niego!
Soy
un demócrata. Soy obediente a las leyes de mi país y a su constitución. Yo no
quiero imponer nada a nadie. Ni soy un fascista ni soy un golpista. Amo la
democracia y los derechos de cada persona. Pero Franco fue la respuesta a las
plegarias de millones de españoles que comprobaron lo que se venía encima. Y
así él, en realidad, fue el último rey de España. Y él siempre fue el primero
en reconocer que no fue por ningún mérito, sino solo por la gracia de Dios.
No,
yo estoy con el obispo mártir de Teruel. Yo suscribo las palabras de don José
María García Lahiguera, arzobispo de Valencia, no voy ni una palabra más allá
ni una menos de las que él dijo en el funeral de Franco. Por el honor de una
masa inmensa de mártires, os digo que lo que hoy es vilipendiado, algún día
será elogiado.
Hoy
día se sabe que Hitler le tenía una total aversión. Stalin lo odiaba y mandó un
agente a matarlo. Franco buscó humildemente la bendición de Pío XII y la
obtuvo. Pidió las oraciones de monjes y religiosos, y oraron por él. Se puso
bajo la protección de la Virgen del Pilar... y prevaleció. Mal que les pese a
algunos, prevaleció.
Chevi Sr.