Fue la Guerra Civil un polígono de experiencias de cara a la Segunda Guerra
Mundial en el ámbito de la mecanización?
Por Antonio
J. Candil
Mis buenos amigos Chevi
Ruiz de Eguilaz y Javier de la Uz me han sugerido escribir algo en este foro
sobre el empleo de los carros de combate en nuestra Guerra Civil. Ya otro buen
amigo, Jesús Martinez de Merlo, ha escrito mucho y muy bueno sobre el tema. Por
ello he decidido hacerlo pero de una forma diferente esta vez.
En primer lugar vaya por
delante lo que ya he dicho alguna vez, que la historia y evolución de los
carros de combate y la mecanización en España han sido una prueba palpable y
continua de negligencia y trato despectivo hacia los medios mecanizados por parte
del Ejército, cuando no de incompetencia contumaz. Lo dije hace mucho tiempo
ya, en un acto público de presentación de un libro mío, por parte del entonces
secretario de Estado, y hoy ministro en funciones, Sr. Morenés, y lo ratifico
ahora una vez más.
Todo tiene su
explicación.
La Guerra Civil,
contrariamente a como algunos autores sostienen, no fue ni el primer acto de la
contienda mundial que estaba por venir, ni ningún laboratorio experimental de nada. Otra cosa es que dado su alargamiento
en el tiempo, cosa que inicialmente nadie esperaba, sirviera para experimentos
y sacar conclusiones sobre procedimientos, armamentos y métodos. Pero, con
cáracter general, se puede afirmar que los beneficiarios no fueron los
españoles sino las potencias que habían aportado los diferentes medios, y no
siempre, ni en la dirección apropiada.
Curiosamente, ninguno de los bandos
enfrentados, ni los Nacionales ni los Republicanos, solicitaron medios
acorazados ni blindados, en sus peticiones de ayuda y suministro de armamentos
a los países que, finalmente, accedieron a proporcionar tal ayuda; solamente
tres, a fin de cuentas: Italia, Alemania, y la Unión Soviética.
El pensamiento militar al
respecto en el Ejército español, en 1936, estaba bastante retrasado (y en
alguna manera no muy diferente del actual). Solamente había dos regimientos de
carros, adscritos al arma de Infantería,: el Regimiento de Carros de Combate núm. 1, en Madrid, y el Regimiento núm. 2, en Zaragoza, que, en total, desplegaban únicamente, entre los dos, diez carros Renault
FT-17
totalmente obsoletos y en dudoso estado de operatividad. La Caballería estaba totalmente montada a caballo, aunque se había
dotado experimentalmente al regimiento de Aranjuez con algunas
autoametralladoras rudimentarias sobre ruedas, idénticas a las utilizadas por
las fuerzas de orden public, pero ni había
doctrina de empleo de los medios blindados ni nada parecido.
Es cierto, como dice
Martinez de Merlo, que era algo muy novedoso y que no había experiencia en su
uso, pero como dijo alguien: ni tanto ni tan calvo. El desinterés por el tema
era algo endémico en el Ejército. Los carros Renault habían sido adquiridos
directamente en Francia a principios de los años 1920 y desde entonces
prácticamente no se había hecho nada. Se emplearon sin mucho éxito en la Guerra de Marruecos y tomaron parte en
el desembarco de Alhucemas, pero nada más.
También es cierto que las
condiciones económicas, industriales y políticas de España entonces no
permitían demasiadas alegrías. Y aunque alguien tuvo la idea de fabricar una
versión española del carro Renault,y en Trubia se hizo algo, los sectores de
automoción, la siderurgia, la fabricación de municiones especiales, blindajes e
incluso de óptica especializada, estaban muy atrasados o simplemente no
existían, y era prácticamente imposible desarrollar nada serio. Los políticos
del momento no querían ni oir hablar de lo militar y modernizar el Ejército no
entraba en sus propósitos. Quizás no era todo esto muy diferente a la
actualidad, lo dejo a la reflexión de los lectores.
En el Ejército el
pensamiento dedicado a la mecanización y los carros era muy escaso. Algunos jovenes oficiales escribían al respecto, sin demasiado eco.
Oficiales de mayor graduación, como el Coronel Beigbeder, futuro ministro de
Asuntos Exteriores trás la Guerra Civil, desde su puesto de agregado militar en
Berlin, sostenían que había que mantener un equilibrio entre mecanización y
unidades con ganado, dudando mucho de la eficacia real de los primeros carros
de combate que se observaban en Alemania. Monasterio, jinete a ultranza donde
los haya, llegaba a afirmar que era una cobardía escudarse tras un blindaje
para combatir al enemigo, aunque luego reconocía que se iban a necesitar carros
de combate en el futuro y que estos podrían devolver a la Caballería su papel
en el combate, pero sin renunciar completamente al caballo.
Los escritos y teorías de
Fuller, Hobart o Liddell-Hart no se leían apenas en el Ejército. Franco nunca
se pronunció al respecto, ni siquiera en su época de director de la Academia General Militar. Yagüe, que había seguido
las campañas italianas en Abisinia, sí llegó a solicitar carros en su avance de recta final hacia Madrid, en 1936.
Al igual que solicitaba constantemente aviación sobre su columna. Quizás el
único que se interesó con mayor seriedad por la mecanización fue Vicente Rojo,
desde su puesto de profesor en la Academia de Infantería, en Toledo, y luego en
la Escuela de Estado Mayor, en Madrid. Pero Vicente Rojo en 1936 era solo
comandante, y los Republicanos no le prestaban excesiva atención. Aún así, fue
Vicente Rojo quien impulsó las ideas de ofensiva con empleo de carros en
Brunete, Teruel e incluso en el Ebro, aunque sin éxito, pero eso era debido a
otros motivos.
En este marco no hay que
sorprenderse de que las peticiones de ayuda iniciales de los beligerantes no
incluyeran medios blindados. Franco solicitó de Italia y Alemania, sobre todo
aviones, para transportar el Ejército de África a la Peninsula; ni siquiera
pidió personal aunque Italia mandó a sus soldados. Los Republicanos pidieron
igualmente a Francia, y a la Unión Soviética, aviones, armas ligeras y artillería. El envío de las
brigadas internacionales fue decisión de la Comintern. En alguna forma se puede afirmar que la Guerra Civil se internacionalizó desde los primeros momentos, pero poco más.
La decisión de enviar
medios blindados a España la tomaron esencialmente las propias potencias que
decidieron conceder la ayuda solicitada.
Los primeros en enviar
carros de combate a la España Nacional fueron los italianos. Una sección de
cinco carros Fiat L3 CV33
al completo, con dotación y personal italianos, llegó
al Puerto de Vigo, el 26 de Agosto de 1936. Da idea de la ignorancia reinante
en el propio Ejército Nacional el hecho de que esta pequeña unidad,
inicialmente, fuese encuadrada administrativamente en un regimiento de
artillería, a la sazón en Valladolid. En
total, Italia envió un total de 155 carros ligeros Fiat L3 CV33/35 a lo largo
de la guerra, básicamente todos del mismo tipo, a excepción de algunos carros
lanzallamas, una innovación notable,también
sobre el mismo chasis del L3. Exceptuando los momentos iniciales, y ya desde
enero de 1937, todos los carros italianos estuvieron integrados bajo mando
italiano, en el marco del Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas (CTV), aunque
hubo tripulaciones mixtas, italianas y españolas.
De estos carros, al final
de la guerra sobrevivieron entre 60 -70 ejemplares, que se entregaron todos por
Italia al nuevo Ejército español, donde acabaron
prestando servicio en diversas unidades del arma de Caballería hasta principios de los años 1950. El alto índice de bajas sufrido, del orden del 50 por ciento, debió haber hecho sonar la alarma en el Mando italiano,
pero casi nada o muy poco se hizo por su parte para paliar lo que era
obviamente una deficiencia. Italia fue a la Segunda
Guerra Mundial con el L3 y poco más.
Alemania suministró a lo largo de toda la guerra 122 carros Panzer I
A/B en total, incluyendo aquí 4 carros de
mando especiales sobre chasis del Panzer I B (SdKfz 265 Panzerbefehlswagen), que fueron los primeros vehículos de mando y control de que dispuso el Ejército Nacional, y la primera vez que se ponía en práctica tal concepto. Esto sí fue una innovación importante. Los primeros carros alemanes llegaron a través del puerto de Sevilla, a finales de septiembre
de 1936, y aunque, a diferencia del material italiano, los carros alemanes se
entregaron desde el primer momento al Ejército Nacional, y las tripulaciones y mandos eran españoles, los instructores y personal de enlace alemanes
eran los que, de alguna forma, aconsejaban, dictaban y autorizaban su empleo,
lo que, por otra parte, propició no pocas
tensiones entre mandos alemanes y españoles. Al
acabar la guerra, el Ejército español dispuso de unos 80 carros Panzer I A/B que, al
igual que los carros italianos, se mantuvieron en servicio hasta la década de los 1950. El índice de bajas, algo superior al 30 por ciento, también muy elevado, preocupó en Berlin, y aunque el Ejército alemán sí mejoró notablemente su material, la realidad es que los
carros de combate alemanes verdaderamente modernos y superiores a todo lo que
los Aliados desplegaron, solo aparecieron en el campo de batalla a partir de 1943. Ya era demasiado tarde.
La Unión Soviética fue quien proporcionó mayor número de carros de combate, y mejores, asi como numerosos
vehículos acorazados de ruedas a los
españoles, en este caso obviamente al
Ejército Popular de la República. Entre 1936 y 1938 –el último envío de carros rusos tuvo lugar en marzo de 1938-, los Republicanos recibieron
no menos de 281 carros de combate T-26B, y 50 BT-5,
amén de numerosas autoametralladoras-cañón BA-6 y BA-10, que eran casi iguales a los carros
aunque con menor movilidad. Eran verdaderos carros de combate, notablemente
superiores a todo lo que habían
suministrado alemanes e italianos al Ejército Nacional. Al igual de lo que sucedió en alguna forma con el material alemán e
italiano en el bando nacional, los asesores soviéticos
controlaban totalmente los carros de combate suministrados, hasta el punto de
que los tripulantes, que paulatinamente fueron siendo españoles, tenían que pertenecer al partido comunista para poder ser destinados a
las unidades de carros.
El profesor e historiador
británico Michael Alpert, de la
Universidad de Westminster, especializado en la historia del Ejército Popular, concluye que hubo pruebas
abundantes de que los carros de combate suministrados por los soviéticos no estaban bajo el control del Mando
Republicano, y que fue frecuente que no estuvieran disponibles cuando los
Republicanos los solicitaban. Del mismo modo, el Coronel de Caballería Segismundo Casado, del Ejército Popular, y que finalmente rindió Madrid en los últimos días de marzo de
1939, afirmo que “durante toda la guerra
las unidades de carros Republicanos no estuvieron nunca bajo el mando ni del Ministerio de
Defensa Nacional ni del Estado Mayor Central, insistiendo en que ni sabían ni el número ni el tipo de los carros disponibles, y que solo se enteraban de su
presencia cuando aparecían en el
campo de batalla”. El diplomático e historiador norteamericano George F. Kennan, que visitó España en aquellos días, tambien advirtió que los soviéticos controlaban las operaciones
militares, y que manejaban las unidades de carros a su entera independencia.
En cualquier caso, a
pesar de su superioridad cualitativa y cuantitativa, en lo que a medios
blindados se refiere, los Republicanos perdieron la guerra. Aproximadamente el 40 por ciento de los
carros suministrados por la URSS a la República, pasaron
a manos del Ejército
Nacional. De acuerdo con las plantillas
vigentes en 1942 en el Ejército, en ese
año se disponía de 139 carros T-26B, que se denominaban como
“Carros Tipo 2”, en activo y totalmente operativos, más que de ningun otro tipo, y ciertamente mejores.
Carros italianos, alemanes y rusos fueron la base sobre la que se formaron
cinco regimientos de carros de combate en esa época. La pesadilla logística que todo
ello debió suponer es inimaginable. Y no deja
de ser una ironía de la
historia que, al final y después de todo,
Stalin y la URSS se hubieran convertido en el principal proveedor de material
blindado del ejército de
Franco.
Sea como sea, todo ese
material ya había quedado obsoleto
hacia 1942-1943 por lo que el valor nominal de las unidades disponibles era
practicamente nulo.
Los carros enviados a
España no se enviaron, en principio,
para experimentar. Eran simplemente lo que las naciones tenían en ese momento, y lo mejor que había. Quizás hacia finales de 1938 Alemania
disponía ya de algo mejor que el Panzer I,
pero ya no hacía falta, y no
quisieron enviarlo. Y si se enviaron carros
no fue porque los bandos en confrontación los pidieran, sino porque en
las naciones interesadas se consideró que una guerra moderna, en 1936, se tenía
que luchar con carros de combate, además de con otros medios.
Independientemente
de ello, la presencia en Espana de importantes oficiales de los países
afectados, Alemania, Italia y la Unión Soviética, relacionados con el novedoso
empleo de los medios blindados y de la mecanización en general, y que acabarían
enfrentándose algunos de ellos posteriormente, en el campo de batalla, añade un
especial interés al estudio del empleo de los carros de combate en nuestra
Guerra Civil.
El arquitecto responsable del esquema de envio de carros
alemanes, de cañones contracarro, de artillería de campaña y de artillería
antiaérea a la España Nacional fue el Teniente Coronel Walter Warlimont, del
Ejercito alemán. Warlimont era oficial de artillería, y estaba destinado en la
sección de movilización industrial del Ministerio de la Guerra, en Berlin.
Entre los meses de agosto y noviembre de 1936 fue designado representante
pleniplotenciario del ministerio alemán en el cuartel general de Franco, bajo
la dependencia directa del General von Blomberg, llevando a cabo la
coordinación de toda la ayuda terrestre que Hitler ordenó facilitar a Franco.
Pero fue él, quien observando todas las carencias del Ejército Nacional solicitó
y aconsejó en Berlin el envío del citado material. La decisión de enviar carros
se tomó junto con los italianos, tras una reunión conjunta después de un primer
encuentro con Franco en Cáceres, en agosto de 1936.
Warlimont no fue un oficial de mando de tropas, sino un
oficial de estado mayor, o como decimos nosotros “un oficial de despacho”. Tras
su regreso a Alemania fue destinado al Estado Mayor del Ejercito aleman (OKH),
y posteriormente, ya como general de brigada, al Estado Mayor General (OKW), a
las órdenes directas del General Alfred Jodl, siendo jefe de operaciones y
segundo jefe del estado mayor, entre septiembre de 1939 y septiembre de 1944.
Resultó herido en el atentado contra Hitler, el 20 de Julio de 1944, y a
consecuencia de sus heridas pasó a la reserva en septiembre de 1944. Fue
condenado como criminal de guerra por los Aliados en 1948 y sentenciado a 18
años de prisión, siendo liberado, no obstante, en 1957. Falleció en Alemania,
en 1976. Para España fue importante por las razones citadas.
Cuando el Tercer Reich reconoció oficial y
diplomáticamente a la España Nacional en noviembre de 1936, Warlimont regresó a
Alemania y fue sustituido por el Teniente Coronel Hans Freiherr von Funck, ya
en calidad de agregado militar en el cuartel general de Franco, pero también
como responsable de todas las tropas terrestres alemanas destacadas en España.
Von Funck era oficial de Caballería, y considerado experto en carros. Al acabar
la Guerra Civil fue designado agregado militar en Lisboa, pero ya en 1940 se le
dió el mando en Alemania, de una brigada Panzer, y en 1941, tras su ascenso a
general de división recibió el mando, en el frente ruso, de la famosa 7a. División Panzer, la
llamada “División Fantasma” que había mandado Rommel, en Francia, en 1940. Fue hecho
prisionero por los rusos en 1945 y pasó diez años de cautiverio en Rusia. Falleció,
en Alemania, en 1979.
No parece que ni Warlimont ni von Funck tuvieran órdenes
expresas de experimentar nada, sino más bien solo de organizar la ayuda alemana
y asegurarse de que era bien utilizada. La experimentación y las lecciones a
aprender fueron posteriores y vinieron por otra vía.
El carrista alemán en España por antonomasia no fue otro
que el teniente coronel Wilhelm Ritter von Thoma, quien se ocupó exclusivamente
de los medios blindados. Von Thoma era oficial procedente de Infantería y había
sido destinado a las nuevas tropas Panzer en 1935, habiendo sido nombrado
entonces jefe del II Batallón del Regimiento de Carros núm. 4, perteneciente a
la 4a. División
Panzer. Fue destinado a España en septiembre de 1936, permaneciendo en nuestro país
hasta junio de 1939, regresando entonces a Alemania, ya como coronel al mando
del Regimiento de Carros num.3, de la 2a División Panzer, mandada por Guderian.
Tras las campañas de Polonia y Francia, von Thoma ascendió a general de
división y tomó el mando inicialmente de la 17a. División Panzer, participando en
la Operación Barbarroja, en junio de
1941, y luego de la 20a. División Panzer, en la batalla de Moscú, en el
invierno de 1941, siendo condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de
Hierro. Al ascender a teniente general, en septiembre de 1942, fue trasladado a
África, donde por ausencia de su superior, el General Nehring, tomó
provisionalmente el mando del Afrika Korps, bajo mando del Mariscal Rommel. Participó
activamente en la batalla de El Alamein, y fue hecho prisionero por los
británicos en los primeros días de noviembre de 1942, permaneciendo en
cautividad el resto de la guerra en Inglaterra. Falleció en Alemania en 1948.
Von Thoma fue muy crítico sobre el empleo de los carros
en la Guerra Civil, manteniendo siempre un tenso debate con los oficiales
españoles a los que acusaba de “aprender rápidamente, pero de olvidar
rápidamente también”, y muy especialmente con Franco, de quien decía no
entendía los principios de la guerra mecanizada y veía al carro de combate como
un mero apoyo de la infantería. Tampoco fueron buenas sus relaciones con
Guderian, a quien no gustaban mucho los informes que hizo, en especial su
desinterés en cuanto a que todos los carros contasen con equipos de radio, algo
en lo que Guderian tenía razón, y su énfasis en la superioridad del material
ruso. Guderian, quizás ofuscado también con la actitud de von Thoma, no prestó
el debido interés a lo que sucedía en España. Von Thoma, en particular, estaba
descontento con la actitud en Berlin, que no escuchaba sus demandas de carros más
potentes, armados con cañón, para hacer frente eficazmente a los carros soviéticos.
Otra razón más que nos demuestra que no hubo mucha intención de experimentar ni
practicar nada novedoso, mucho menos la Blitzkrieg.
Casi todos los instructores alemanes que llegaron a
España procedían del 6º Regimiento de Carros, de la 3a. División Panzer, en
Wunsdorf, una unidad que estuvo activa durante toda la contienda mundial, en
los frentes de Polonia, Francia y Rusia. De entre ellos cabe destacar a Rudolf
Demme que, como general, acabó mandando
la 17a. División
Panzer y fue hecho prisionero por los rusos en mayo de 1945; el comandante
Joachim Ziegler, que al ascender a general se integró posteriormente en las Waffen-SS,
mandó la 11a.División de Panzergrenadier “Nordland”, de las SS, en Normandía,
en 1944, y murió finalmente en la batalla de Berlin, en mayo de 1945; y el
capitan Gerhard Willing, que como teniente coronel ya, mandó el 506 Batallón de
Carros Pesados Tiger y murió en los combates en Rusia, en el río Dnieper, en
octubre de 1943. Y algunos otros que, por abreviar, no citamos aquí.
Von Thoma constituyó una base principal y centro de
instrucción de carros en Cáceres, y posteriormente un centro logístico y una
escuela avanzada en Cubas de la Sagra, cerca de Madrid.
El artífice de la ayuda italiana no fue otro que el
Teniente Coronel Emilio Faldella, un personaje peculiar pero sin duda
inteligente, que habia sido cónsul de Italia en Barcelona antes de la Guerra,
entre 1930 y 1935, y que, por lo tanto, conocía España bien y hablaba español.
Procedente de las tropas de montaña (Alpinos), no era precisamente un experto
en carros, pero sí supo identificar las necesidades, y se adelantó a sus
colegas alemanes, enviando los primeros carros a España. Aunque inicialmente
tuvo un papel muy similar al de Warlimont, en el cuartel general de Franco, luego
se implicó mucho más, siendo jefe de estado mayor del CTV en la conquista de
Málaga, y tomando incluso el mando de un regimiento de infantería en la toma de
Bilbao, primero, y luego de Santander. A su vuelta a Italia retornó al estado
mayor, y al final, tras no pocas peripecias y escarceos con las facciones que
se mantuvieron leales a Mussolini, y a los Aliados, acabó siendo comandante
militar de Milán, tras la contienda mundial, y ascendió a general de división.
Falleció en Italia en 1951, dejando un interesante libro titulado “Veinte meses
de Guerra en España”.
Los italianos no dispusieron, en cualquier caso, en todo
momento más que de uno o dos batallones de carros sobre el campo de batalla, al
igual que los alemanes. Ninguno de sus mandos se distinguió especialmente, a
excepción del Coronel Valentino Babini. El Coronel Babini llegó a España en
abril de 1937, con la misión de sustituir al hasta entonces jefe de la
Agrupación de Carros del CTV, Coronel Carlo Rivolta, que tras el fracaso de
Guadalajara, cesó en el mando y volvió a Italia. Babini era un creyente en la
nueva guerra mecanizada y de movimiento, y, aunque infante, procedía de un
regimiento de carros, el 3º Regimiento Mecanizado italiano, cuyo mando había
ostentado hasta ser destinado a España. En octubre de 1938 fue designado para
mandar la División “Frecce Nere”, cesando en el mando de la agrupacion
carrista, siendo sustituido por el coronel Roberto Olmi, procedente como
Faldella de las tropas de montaña. Tomó parte en la campaña de Cataluña y
regresó a Italia en junio de 1939, casi como su colega alemán von Thoma.
Babini fue el alma de todas las operaciones de carros
italianos en España desde su llegada, distinguiéndose especialmente en la
campaña del Norte, y en la conquista de Bilbao y Santander, y más tarde en el
frente de Aragón y en la famosa marcha hacia el Mediterráneo que dividió a la
zona republicana en dos. A su regreso a Italia fue destinado a Libia en septiembre
de 1939, donde tuvo el mando de la División “Sirte”, aunque su cometido
esencial fue organizar el componente acorazado italiano en África, que contaba
con 7 batallones de carros L3 CV, como los de España, y solo 2 batallones del
nuevo carro italiano Fiat M-11/39, que aunque dotado ya de torre giratoria con
dos ametralladoras, solo iba armado con una pieza de 37 mm todavía en casamata
fija. Este carro había sido diseñado ya
siguiendo la linea del soviético T-26, y a la luz de lo ocurrido en España,
pero era claramente inferior a los carros británicos de 1940-1941.
No hubo mucho que Babini pudiera hacer, y en el marco de
la ofensiva británica Operación “Compass”, que empezó en diciembre de 1940, la llamada
“Brigata Corazzata Speciale” o “Gruppo Babini” resultó
completamente aniquilada en la batalla de Beda-Fomm, entre el 6 y 7 de febrero
de 1941. El general Babini fue hecho prisionero por los británicos y pudo
regresar finalmente a Italia en 1946. Tras no pocas dificultades en su patria,
siendo acusado de fascista por haber participado en la Guerra Civil de España,
Babini fue finalmente repuesto en su grado y condición militar, como general de
división, tomando el mando de la División de Infanteria “Aosta”, ascendiendo
posteriormente a teniente general, y siendo designado inspector del arma de
Infantería. Falleció en Italia en accidente de automóvil en 1952.
Babini dejó numerosos escritos e informes, a algunos de
los cuales se ha podido acceder, tanto en la Academia Militar de Módena, como
en los archivos del Estado Mayor General italiano, y claramente era un creyente
en las posibilidades del carro de combate y en el arma acorazada. Se podría
decir que fue el Guderian o Patton italiano. Otra cosa fue que ni el Mando
italiano ni los políticos de su país entendieron su mensaje y sus ideas, y no
hicieron nada por remediar la situación. Para los italianos la Guerra de España
habia acabado en una victoria y eso era lo que contaba. Posteriormente Italia
entró en la guerra mundial en inferioridad de condiciones, pero no se puede
decir que no estaban avisados.
No está muy claro quién fue la mente privilegiada que en
la Unión Soviética decidió enviar carros de combate y vehículos acorazados a
España e inicialmente no parece que hubo ninguna intención de experimentar nada.
Simplemente se envió lo que se tenía y en lo que respecta a armamento ligero e
incluso artillería, en Moscú decidieron desprenderse de todo aquello que se
había quedado obsoleto. Pero no ocurrió lo mismo ni con los medios blindados ni
con la aviación.
Stalin no se decidió a ayudar a la República hasta
mediados o finales de septiembre de 1936, y ya patente el hecho de que Alemania
e Italia habían empezado a ayudar al bando Nacional. Curiosamente la República
no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS, ya que éstas se habian cortado
en 1917 y la monarquía nunca las restableció. Fue el Primer Ministro José Giral
quién mediante carta entregada por el embajador español en Paris a su colega
soviético el 25 de julio de 1936, solicitó ayuda militar pero sin especificar
nunca carros de combate o medios blindados. Esto hecha también por tierra la
afirmación que hacen algunos pseudo-historiadores de que la República solamente
recurrió a la URSS cuando constató que las democracias occidentales no iban a
ayudar; es falso, como se puede observar, ya que el 25 de julio, solamente una
semana después del Alzamiento, nadie sabía aún cual iba a ser la conducta de
esas naciones.
En cualquier caso, el esquema del plan de ayuda a la
República fue desarrollado bajo la dirección de un departamento especial de la
NKVD (servicios de información soviéticos), y presentado a Stalin el 14 de
septiembre de 1936. El líder de toda la operación, denominada Operación “X”,
fue el general Yan Berzin (de nombre real Pavel Ivanovich Kiuzis), director
entonces del servicio militar de inteligencia GRU, que se trasladó a España de
forma similar a como hicieron Warlimont y Faldella. También tuvo algo que ver con el
envío de medios blindados, el recién nombrado agregado militar soviético en
Madrid, Coronel Vladimir Gorev, quien sería uno de los ejecutados a su regreso
a la URSS, en 1938.
La
Operación “X” supuso la creación de todo un comité de expertos, bajo la directa
dependencia del entonces ministro de defensa soviético, General Kliment Voroshilov,
cuyas iniciales “KV”, por cierto, darían nombre posteriormente a toda una
familia de carros de combate soviéticos.
A diferencia de los alemanes, y de forma parecida a lo
que hicieron los italianos, los soviéticos rotaron con cierta periodicidad a su
personal. Unas veces hubo razones políticas tras esas rotaciones, y algunos de
los que volvieron a la URSS acabaron siendo fusilados, pero en otros casos hubo
motivaciones operativas.
Quizás uno de los más claros exponentes entre los
expertos soviéticos enviados a España fue el Coronel Semyon Moiseevich Krivoshein.
Fue Krivoshein quien llegó a Cartagena, precisamente el día de la Virgen del
Pilar, 12 de octubre de 1936, con el primer lote de 50 carros de combate T-26B
y 40 autoametralladoras-cañón BA-6. Este material venía dotado con tripulaciones rusas al
completo y personal auxiliar y de apoyo.
Krivoshein, antiguo oficial de Caballería en el Ejército
Rojo, procedia de la escuela de carros soviética de Olianovsky, y enseguida
organizó los carros que el mismo había traído, en un primer batallón de carros
republicano al estilo de lo que era un batallón en el Ejército soviético, y,
asimismo creó una escuela de medios acorazados y una base logística. La escuela
se ubicó en la localidad murciana de Archena, utilizando dependencias del
actual balneario y de un colegio de la citada localidad; su primer director fue
el capitán soviético Pavel Arman, aunque nominalmente figuraba como jefe el
coronel republicano Rafael Sánchez Paredes. La base logística inicial se constituyó
en Alcalá de Henares, más cercana al frente, en lo que hoy siguen siendo
instalaciones militares del Ejército. La escuela de Archena se mantuvo en funcionamiento hasta
finales de febrero de 1939 y no fue nunca atacada, al parecer y
sorprendentemente, por la aviación nacional.
A Krivoshein se le atribuye el mérito de haber logrado
detener el avance nacional sobre Madrid en noviembre-diciembre de 1936, lo que
es más que discutible pero, en cualquier caso, así lo consideraron tanto el
Mando republicano como los soviéticos, y sin duda contribuyó a elevar la moral
de los combatientes republicanos. Krivoshein regresó pronto a la URSS, en enero
de 1937, y tomó el mando de la 2a. Brigada Mecanizada, y en el verano de 1938, en Siberia,
entró en combate contra los japoneses en la batalla del Lago Khasan, en el
marco de una disputa fronteriza con Japón sobre la frontera china.
Posteriormente, y al mando de la 29 Brigada Ligera de
Carros, participó en el reparto de Polonia, y entró en contacto con las tropas
alemanas en Brest-Litovsk el 22 de septiembre de 1939, manteniendo un encuentro
con el general alemán Heinz Guderian. Krivoshein volvió a entrar en combate en
el marco de la llamada “Guerra de Invierno” contra Finlandia, en el invierno de
1939-1940. Tras esa breve campaña Krivoshein fue ascendido a general de
división y tomó el mando de un cuerpo de ejército mecanizado en abril de 1941.
A pesar del fracaso general de todas las fuerzas soviéticas
en rechazar la invasión alemana del 22 de junio de 1941, Krivoshein no fue ni
destituido ni purgado, y entre 1941 y 1943 tomó a su cargo el departamento de
enseñanza e instrucción de todas las fuerzas de carros soviéticas, siendo
apartado del frente. En 1943 tomó el mando del 3er. Cuerpo Mecanizado, y entró
en acción en la Batalla de Kursk, enfrentándose directamente contra el general
alemán Hermann Hoth. Krivoshein resultó
herido de gravedad y tardó varios meses en recuperarse, pero fue ascendido a
teniente general. A finales de 1944, ya recuperado, tomó el mando del 1er. Cuerpo Mecanizado y
participó en la reconquista de Brest-Litovsk, en Polonia, y finalmente en la
toma de Berlin, a la vanguardia del 1er. Frente de Bielorrusia, a las órdenes
directas del General Zhukov. Tras la conquista de Berlin fue condecorado con la
orden de Héroe de la Unión Soviética. A continuación, ya acabada la guerra,
pasó a dirigir la Academia Militar Frunze, equivalente a una escuela de estado
mayor. A la muerte de Stalin y tras 35 años de servicio, se retiró del servicio
activo y dedicó el resto de su vida a escribir tratados militares y memorias,
siendo de destacar una obra editada por la editorial Progreso, de Moscú, en
1971, titulada “Tanquistas voluntarios soviéticos en la defensa de Madrid”.
Falleció en la URSS en 1978.
En diciembre de 1936 llegó a España, para sustituir a
Krivoshein, el General Dimitry Grigoryevich Pavlov. Hacia finales de 1936 el
número total de carros enviados por la URSS era de 106 T-26B, y Pavlov, también
oficial de Caballería, que era diplomado de la Academia Militar Frunze y había
mandado una brigada mecanizada en Rusia, quiso ser innovador y dar un paso
adelante. En España Pavlov organizó, en cierto modo, la primera gran unidad
blindada que se creaba en el seno de un ejercito español, aunque aquí se
tratase del Ejército Popular. En realidad tal brigada denominada “Brigada de
Carros de Combate” no era una gran unidad en el sentido que nosotros la
entendemos. No tenía artillería, ni apoyos de combate, ni apoyo logístico; se
componía únicamente de cuatro batallones de carros, una compañía o escuadrón de
reconocimiento con autoametralladoras, una compañía de motocicletas y un
batallón de infantería transportado sobre camiones. Pero sin duda era un gran
paso para un ejército que solo seís meses antes contaba únicamente con 10
carros obsoletos.
La brigada de carros creada por Pavlov contaba con 56
carros y 68 vehículos acorazados de ruedas, e intervino con cierto éxito en
casi todas las batallas de la Guerra Civil de la primera mitad de 1937:
Majadahonda, Jarama, y sobre todo, Guadalajara. Pavlov regresó a Rusia, a
finales de junio de 1937, antes de Brunete, y fue condecorado por Stalin como
Héroe de la Unión Soviética. Fue nombrado director de Carros y Vehículos
Blindados del Ejército soviético, pero participó tambien activamente en los
enfrentamientos fronterizos con Japón y en el conflicto con Finlandia. Desafortunadamente
para Pavlov, ascendido ya a general de ejército, la invasión alemana le
sorprendió como jefe del distrito militar occidental de Bielorrusia, y tras la
tremenda derrota de Bialiystok-Minsk, Pavlov fue acusado de negligencia e
incompetencia militar, junto con su jefe de estado mayor, y privado de todas
sus posesiones personales, rango militar y condecoraciones, y ejecutado
sumariamente por la NKVD en Moscú, el 22 de julio de 1941, siendo enterrado en
un terreno de escombros y desechos sin marca ni reconocimiento alguno. Sería
rehabilitado en 1956, tras la muerte de Stalin.
Pavel Alekseyevich Rotmistrov fue el sucesor de Pavlov.
Procedente del arma de Infantería, tambien era diplomado de la Academia Militar
Frunze. Llegado en las visperas del desencadenamiento de la ofensiva republican
en Brunete, Rotmistrov era ya general de división y dió un nuevo impulso a la
reorganización de las unidades blindadas en el Ejército Popular, dando un nuevo
paso y creando la que sería la primera gran unidad acorazada tipo división de
un ejercito español. Se llamo “División de Ingenios Blindados”, y al igual que
la brigada antes citada tampoco era una gran unidad propiamente dicha ya que se
componía de dos brigadas de carros como la creada por Pavlov, y un regimiento
adicional independiente de carros medios, equipado con los nuevos BT-5 que
llegaron en agosto de 1937, ya después de la Batalla de Brunete, pero sin
apoyos de fuego ni de combate, ni medios logísticos. La realidad es que ni la
brigada de Pavlov ni la división de Rotmistrov se emplearon nunca en combate
como tales unidades sino que sus batallones, e incluso, compañías, se agregaron
siempre a unidades de infantería como apoyo de fuego o para abrir brecha.
La división fue puesta bajo el mando nominal del Coronel republicano
Julio Parra Alfaro, mientras que Rotmistrov ejercía como inspector supremo de
todas las unidades blindadas en el Cuartel General del Ejército Popular. El
regimiento independiente de carros BT-5 estaba bajo mando soviético y sus
tripulantes eran esencialmente miembros escogidos de las brigadas
internacionales.
Se puede afirmar, casi con complete seguridad, que el
envío de los carros medios BT-5 sí obedeció a razones de experimentación. La
versión que llego a España se habia empezado a fabricar en 1934 y no aportaba
sin embargo ninguna mejora en cuanto a potencia de fuego respecto del T-26 –la
torre era idéntica y el cañón de 45 mm el mismo-, pero si en cuanto a movilidad
ya que incorporaba un tren de rodaje tipo Christie, de diseño norteamericano,
con cadenas diferentes y de mayor longitud, un motor diferente de mayor potencia,
y presentaba la innovación de poder circular con o sin cadenas, siendo
relativamente fácil la conversión de uno a otro modo. Sin embargo, en Fuentes
de Ebro y en el frente de Aragón, con su peculiar terreno quebrado, esta
innovación no sirvió de mucho y todo acabó en un serio desastre. El hecho de
que solo se enviasen 50 carros de este tipo, y que las tripulaciones fueran
brigadistas internacionales cuidadosamente escogidos, pero los mandos fueran
soviéticos, refuerza la tesis de que ésto sí fuera un experimento. Los carros
BT-5 no se revelaron más eficaces que el T-26 pero sí sirvieron para dar
entrada en Rusia a un carro mucho mejor, el T-34, que en 1941 sorprendió realmente
a los alemanes. La lección que se debió haber aprendido en España no fue
debidamente asimilada por la Wehrmacht.
Rotmistrov regresó a la URSS probablemente hacia finales
de 1937, ya sin muchas esperanzas de que la situacion en España mejorase para
la República, y desde entonces hasta 1940, fue profesor en la academia rusa de
altos estudios militares, en Moscú, para, en mayo de 1941, ser nombrado jefe de
estado mayor de un cuerpo de ejército mecanizado. En julio de 1943 participó en la Batalla de
Kursk, al mando del 5º Ejercito Acorazado de la Guardia, donde tuvo un papel
relevante en la derrota de las fuerzas alemanas, y posteriormente en la llamada
Operación “Bagration”, en 1944, en Bielorrusia. Aún asi, tras la batalla de
Minsk, fue relevado del mando y destinado a un estado mayor, siendo nombrado
posteriormente Mariscal de las Tropas
Acorazadas soviéticas. Tras la guerra fue designado responsable de todas las
tropas acorazadas y mecanizadas soviéticas destacadas en Alemania Oriental y
nombrado Mariscal en Jefe de las Fuerzas Acorazadas de la URSS en 1962. Fue
designado adjunto al ministro de defensa y diputado en el Soviet Supremo,
retirándose del servicio activo en 1968. Falleció en la URSS en 1982.
La Guerra Civil fue el escenario del primer empleo
masivo, aunque reducido, de carros de combate antes de la Segunda Guerra
Mundial, y el marco en el que tuvo lugar, por primera vez en la historia, un
enfrentamiento entre carros de combate (Seseña, 26 de octubre de 1936). Hubo
muchos aspectos de lo que más tarde seria la guerra mecanizada y de movimiento
que se pusieron de manifiesto. Otra cosa es que los participantes prestaran
atención y aprendieran las lecciones que se les ofrecieron.
Ni von Thoma, ni Babini, ni Krivoshein ni Rotmistrov
influyeron lo más minimo en las doctrinas de sus respectivos países. Von Thoma no pudo
convencer a Guderian de casi nada, a Babini apenas le escucharon en el Estado
Mayor General italiano, y tanto Krivoshein como Pavlov y Rotmistrov ocuparon
los puestos que el destino les deparó, nunca debidos a la experiencia adquirida
en España.
Experiencias
y enseñanzas hubo muchas, tanto en el plano técnico como en el táctico, pero la
rapidez con la que se produjo la Segunda Guerra Mundial tras acabar la Guerra
Civil española, hizo pasar a un segundo plano todas las posibles lecciones.
Posiblemente fueron los alemanes quienes sacaron las
lecciones más correctas pero las aplicaron poco, excepto en lo relativo
quizás a la coordinación con el apoyo aéreo, empleo en masa y necesidad de infantería
motorizada o mecanizada. Pero técnicamente es dificil comprender como la producción del
Panzer I no se detuvo inmediatamente al conocer la existencia del T-26 y no se
impulsó la producción de los carros Panzer III y Panzer IV, armados con cañones de
mayor calibre y mejor protegidos. Ni tampoco, como, si se trataba de experimentar, no se envió a España ningun Panzer II,
que al menos iba armado con un cañón de 20 mm. Igualmente resulta incomprensible como Italia no
detuvo igualmente la fabricación del L3 CV y se
apresuró en fabricar carros
incluso como el M-13/40 que no fue diseñado hasta 1939.
La Unión Soviética fue el país que más estudió la Guerra
Civil española, y así lo atestiguan los numerosos documentos que recientemente
han salido a la luz en Rusia, y en los Estados Unidos. Desafortunadamente para
el Mando soviético, el convencimiento de que su material era superior al alemán
y al italiano les llevó a dormirse en sus laureles y la gran parte de su
material en 1941 eran precisamente carros T-26 y BT-5 ligeramente mejorados. Los
soviéticos nunca se pararon a pensar demasiado que, a pesar de su superioridad
técnica, la República había perdido la guerra y que un gran numero de los
carros enviados habían sido, de hecho, capturados por el enemigo y formaban
ahora parte de su inventario. El resultado de esta negligencia les sería
catastrófico en 1941.
Por lo tanto, fue la Guerra Civil un polígono de
experiencias? Sin duda lo fue en cierto modo, pero inicialmente no se entendió
como tal, y las enseñanzas que se derivaron no fueron ni bien comprendidas ni
correctamente aplicadas. Quien menos las entendió fue el Ejército español que
ni creó un arma acorazada nunca, ni potenció nunca el valor de los carros de
combate. No se puede decir que, en la Guerra Civil, se ganase o se perdiese una
batalla debido a los carros de combate. La embriaguez de la victoria final
decidió en gran parte el futuro del Ejército de Tierra hasta nuestros días, y
aquí tampoco fue de aplicación que solo se aprende con la derrota.
Fue, sin duda, una experiencia desaprovechada. Una más en
la historia de España.
AJCandil
Abril
de 2016.
Candil