Monumento a los Cazadores del Alcántara
Situado en la puerta principal de la Academia de Caballería, obra de “Mariano Benlliure”, inaugurado el 25 de junio de 1.931
Que el Santo Patrón del Arma de Caballería, próximo a celebrar, refuerce nuestro espíritu con estos célebres versos.
Es hermoso ser infante
o poder ser artillero,
quizás te guste ingenieros
o tal vez ser intendente,
pero poder ser jinete
es cuestión de mucha suerte.
Ese llenarse los ojos
de ver el campo delante,
ese poder enervante
que da el carro de combate.
Ese sentir palpitante
de un corcel entre las piernas,
que lo sientes como tuyo;
y se funden en un puño,
al acariciar las riendas,
tu corazón con el suyo.
Ese andar alucinante
en un jeep campo a través
que no es campo: es carretera
cuando un jinete va en él.
Volar en un helicóptero,
águila en hierro creada,
para aumentar nuestra vista
y poder ser perfilada,
concretada y dibujada
del enemigo la pista.
Esa toma de contacto
y valoración siguiente;
ese ir hacia la muerte.
con la sonrisa en los labios.
Esa alegría que sientes
que te ensancha el corazón,
de pelear frente a frente
a un enemigo más fuerte
pero con menos razón.
Esa loca algarabía
que proporciona el combate;
ese ir hacia adelante
noche a noche y día a día.
Ese desbordar primero
y revolverse después
fijándolo con el fuego
y sus líneas deshacer.
Ese atacar insistente
la posición enemiga;
ese machacar constante
sin respirar un instante
porque el fragor te domina.
R.C.M.
Tomado de la Revista "Armas y Cuerpos".
Francisco Javier de la Uz Jiménez
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Ese insistir una vez,
y otra vez y muchas más,
que no notas ni la sed
ni el sueño, ni las heridas.
Ese fiero acometer
sin desmayar una vez
de nuestra forma de acción.
La rapidez enervante
de la entrada en posición,
que para la acción fijante
electriza en un instante
hombres, arma y munición;
y si ronco de gritar
animando a tus jinetes
y siempre estando a su frente,
para ejemplo poder dar,
te va rondando la muerte
y ella te llega a alcanzar,
allí estará otro jinete
para morir y luchar;
y si el combate no acaba
como el Mando había previsto
y llega la retirada,
podrás ver lo nunca visto.
Es aquí donde a nuestra Arma,
dando ejemplo de heroísmo,
bravura y compañerismo
y demostrando su oficio,
el mundo le ha dado un nombre:
EL ARMA DEL SACRIFICIO.
Ese ESPIRITU JINETE,
que nadie puede explicar,
al menos vaya intentar
decirte cómo se siente.
En el fragor del combate
cuando tú, con tu sección
y cumpliendo la misión
que te dio tu Comandante:
Teniente se sobreentiende,
porque el Capitán cayó
arañando los segundos
en aquella posición
primera del retroceso,
que tanto ocupar costó.
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Entonces, vuelvo a decir,
sabes que el sobrevivir
de todas esas columnas
que a lo lejos ves marchar,
depende de saber dar
de tus hombres el aliento;
y sin poder respirar,
atacando y hacia atrás,
el tiempo poder ganar
para un trofeo ofrendar
a tus nobles compañeros
que van marchando primero
y otras líneas ocupar;
y acudes aquí y allá,
te resistes a marchar
a otras líneas atrasadas
porque en ese forcejear
tienes la liza ganada;
y en ese marchar allí
y en ese venir acá
van cayendo en un sinfín
los hombres al pelear;
y dirás ¿cómo, Dios mío,
puede un hombre así luchar?
Muy sencillo, mi teniente,
dirá el sargento Pascual:
no son hombres, son jinetes;
son gigantes, son leones
con fiereza sin igual,
que al dar su vida sabían
que así es la CABALLERÍA:
ARMA GLORIOSA INMORTAL.
Y cuando se acaba todo
y miras alrededor
si tus ojos pueden ver,
verás con hondo dolor
los cuerpos sin respirar
de aquellos tus compañeros:
los mejores, sin dudar,
que murieron los primeros
para poder conquistar
ese tiempo necesario
para volver a empezar;
y si la Parca traidora
desde el cielo te hizo ver
lo que en el campo quedó,
yo sé que tu corazón
agradecerá ese llanto
fruto de noble emoción
de los que lucharon tanto
y la muerte respetó.
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