PAULINO,
UNO DE A CABALLO
José Antonio Sagardoy, profesor de equitación por la
Escuela de Equitación del Ejército, amateur-rider, propietario, entrenador,
asesor, organizador y director de yeguadas, con larga trayectoria hípica, ha
visto impresa por fin su novela “Paulino, uno de a caballo” que le ha llevado
varios años de trabajo.
Es una obra amena
y de gran aspecto didáctico dividida en dos partes. La primera parte está
dedicada a la equitación del jinete que monta en carreras de caballos y
entrenamiento de los caballos de hipódromo, tanto para carreras de liso como de
obstáculos. La segunda, trata de la cría del caballo de carreras y del caballo
deportivo y la formación de una buena yeguada considerando los numerosos
factores que en ello inciden.
Dada la autoridad
de José Antonio en la materia y su forma de escribir amena e interesante, os
animamos a adquirir un ejemplar para regalo de Reyes. ¡No defraudará!
Lupa Ibérica
-
En
otro orden de cosas:
El día de Navidad fui a la
iglesia del Carmen en Segovia, junto a la Virgen de la Fuencísla, muy cerca del
CECyL. Allí está enterrado San Juan de la Cruz. En lo que no había reparado
hasta ahora es que desde 1993 este santo es patrono de los poetas. Pienso que
si lo es de los poetas vivos, con mayor razón lo será de los muertos. Y si esto
es así, ya hay motivo de celebración incluido Acto y todo lo que haga falta.
En internet hay mucha
documentación sobre ello. He rescatado un texto al azar sin ninguna otra
intención.
Patrono de los poetas de lengua española
Fue un 18 de mayo de 1993
cuando Juan Pablo II proclamaba a San Juan de la Cruz patrono de los poetas de
lengua española. El Papa en 1948, antes de ser Papa, se doctoró en Teología con
una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum
Ioannem a Cruce) y desde entonces mantuvo su interés y estudio
constante por los versos del poeta español más ascético-místico de nuestro
Renacimiento. Se le ocurrió ya de Papa nombrarle Patrono, como homenaje
personal, y así lo hizo.
Se me antoja en una revisión
de este poeta que tanto admiro, recordar aquí esa doble lectura ya
archiestudiada que camina entre los planos religioso y amoroso. Me encantó
descubrir en La
Biblia el Cantar
de los cantares y leer a San Juan en clave erótica. Todavía
hoy lo hago cuando lo explico a mis alumnos en clase y verdaderamente disfruto.
¿Qué hace en el libro de los libros un canto al amor libre? ¿Por qué Juan de la
Cruz juega con la controversia de amado y amada como Dios y el alma? Disfruto
de verdad viendo los ojos abiertos y oyendo los cuchicheos acompañados de risas
cómplices de mis alumnos... son las mismas reacciones que yo tuve la primera
vez.
En la celebración del
centenario de Alberti en Granada compartí con Joaquín Sabina varios días, por fortuna.
Para mi sorpresa recitó una noche prácticamente de memoria el Cántico espiritual.
Lo recuerdo con un wiski en la mano, riendo maliciosamente, cuando al llegar al
final de la estrofa 38 comenzó a contonearse casi de manera lasciva y a
susurrarnos:
-
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos yremos
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos
y el mosto de granadas gustaremos.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.-
Qué buen lector Sabina; qué
buen amante San Juan de la Cruz. Seguro que Juan Pablo II además de la fe
también admiró mucho la humanidad de nuestro Patrono, porque no olvidemos que
fue tan humano como él. Y, según se oye últimamente, tan santo.
Julio Romay Hernanz