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11 nov 2019

LA BOHEMIA DE PARIS



















LA BOHEMIA DE PARIS DE PRINCIPIOS DEL XIX

PARTE I


Era el día de Nochebuena de 1830, y en una humilde buhardilla del popular Quartier Latin parisino donde convivían Marcello que era pintor, Rodolfo, poeta, el filósofo Colline, y el músico Alexandre Schaunard,  hacía un frío de mil demonios.


Rodolfo intentaba acabar un artículo que le habían encargado para un periódico, mientras combatía el intenso frío echándose el aliento en las manos para poder escribir, al tiempo que quemaba en la pequeña chimenea algunos de sus escritos antiguos, acompañado de Marcello que tiritaba mientras pintaba un pequeño óleo. Colline había salido para intentar vender unos libros, regresando finalmente sin haber logrado ni empeñarlos, y por fin Schaunard, que había ido a dar una clase de música, apareció cargado de leña y con algo de comer que había podido comprar con lo ganado por esa clase y algún otro cobro pendiente más, restándole aún algún dinero.
Los cuatro amigos brindaron alegres por la momentánea sonrisa de la Fortuna, decidiendo ir a celebrar la Nochebuena al Café Momus –dios de los juegos y las risas-, muy cerca de su buhardilla, en el número 17 de la rue des Prêtres Saint-Germain L´Auxerrois, pero en el momento en que iban a salir, apareció plantado en la puerta con poco aspecto de permitir el paso, el casero Benoît, reclamando los alquileres retrasados.
Le invitaron a pasar y a beber con ellos, y cuando consiguieron un poco de comprensión, sin duda a causa del vino ingerido, le invitaron a contar las aventuras amorosas de su vida; Benoît se fue arriba, dando rienda suelta a su lengua e imaginación, revelando sus aventuras extramatrimoniales verdaderas e imaginarias y los cuatro amigos, fingiendo una  indignación y escándalo moral que no sentían ante estas acciones llevadas a cabo por un hombre casado, lo echaron de “su honesta casa”, sin pagarle un franco, claro.
Marcello, Colline y Schaunard bajaron al café Momus, y Rodolfo aseguró seguirles de inmediato, en cuanto terminara el artículo que estaba escribiendo  y que debía echar al correo a primera hora de la mañana.
Tras la marcha de los tres compañeros de piso, llamaron a la puerta, y apareció una hermosa vecina que trabajaba de modista, llamada Mimí, para pedir prestada una vela. Ambos se quedaron prendados al mirarse, invitándola Rodolfo a pasar, y al ver el acceso de tos de Mimí le ofreció un poco de vino del que había sobrado de los brindis. Mimí se recobró tras el trago, y parecía querer marcharse, cuando comenzó a palparse los bolsillos del delantal de costura que llevaba puesto, dándose cuenta de que había perdido la llave de su casa; una corriente de aire apagó la vela de la buhardilla, y juntos iniciaron la búsqueda de la llave a tientas, en la oscuridad.


Rodolfo la encontró y la guardó en un bolsillo de la chaqueta, pero no dijo nada y fingió seguir buscándola, intentando rozar la mano de la joven, que encontró helada al lograrlo; el joven tomó las dos manos de Mimí, calentándolas entre las suyas, comenzando a hablarle en la oscuridad de la pasión de su vida, la poesía, y el trabajo que le costaba sobrevivir dedicándose a ese menester, relatándole a continuación su vida entera. Mimí le respondió sin soltar las manos, contándole la suya, y allí, en aquella fría y oscura buhardilla, sintieron haber descubierto el verdadero amor de sus vidas.
Desde la calle, los tres amigos vocearon a Rodolfo para que bajara, respondiendo éste que lo haría de forma inmediata, pero acompañado, bajando hacia el café junto a Mimí, con las manos aún unidas.
Sentados los cinco en la terraza del café Momus, en la que reinaba un gran ambiente, pidieron la cena, y al instante apareció Musetta, antigua amante de Marcello, acompañada de Alcindoro, un hombre mayor entrado en carnes, que seguro  que obtenía la atención de Musetta  por sus posibles.
Musetta, vestida como una reina, pidió al maître acomodo cerca de la mesa de los cinco y una vez logrado, intentó durante toda la cena atraer la atención de su antiguo amante, y aunque él intentaba ignorarla en vano, ella consiguió turbarle, lo que provocó en Musetta un renovado e intenso interés hacia él. Pasados unos minutos, Musetta comenzó a cantar un vals picante, que Alcindoro encontró indecoroso, siendo respondido por la joven con un grito de dolor, asegurando la imposibilidad de soportar el dolor que le producía el zapato derecho regalado por Alcindoro, enviándole a buscar otro par a casa, y así mantenerlo alejado un buen rato.
Musetta aprovechó la ausencia de su patrocinador y amante para dar a entender a Marcello que aún le amaba, no tardando mucho en producirse un acercamiento y la consiguiente reconciliación entre ambos; dos roces, tres caricias y unos besos les recordaron quienes eran el uno para el otro.
Tras terminar los postres, los mozos del café trajeron las cuentas de las dos mesas, y Musetta -conocida de la casa por las propinas que hacía dar a su Alcindoro-, les dio instrucciones para que se las pasaran al mismo cuando regresara. Una vez resuelto este enojoso asunto, los amigos abandonaron el café con prontitud, ya formadas las dos parejas seguras de su amor, Musetta con Marcello y Mimí con Rodolfo.
Dos meses más tarde, en una taberna/baile de las inmediaciones de La Barrière de l’Enfer, en las afueras de París, taberna en donde se hospedaban Musetta y Marcello,  al amanecer, y cayendo una gran nevada en París, seguía Marcello pintando carteles que anunciaban el baile del día siguiente y Musetta le acompañaba, entregándose sin ninguna pasión a una clase de música que impartía a dos chicas cantantes del espectáculo de la taberna, mientras un camarero la observaba con mirada apasionada.


La Barrière d’Enfer son dos pabellones que formaron una puerta  de peaje en el Mur des Fermiers générauxen la actual Place Denfert-Rochereau, muro de 24 kms. y 6 ms. de altura, con 60 puertas, que fue construido entre 1784 y 1789, para que ningún comerciante de géneros -el más interesante el de la sal, gabelles-, entrara o saliera de París, sin pagar los correspondientes impuestos.
La barrera entera y todas sus puertas, entre ellas los dos pabellones neoclásicos que conforman “la puerta” de La Barrière, fueron construidos en 1787 por el arquitecto Claude Nicolás Ledoux.


Mimì acudió a la taberna para hablar con Marcello y comentarle la situación por la que pasaba su relación con Rodolfo. Apareció nerviosa, pálida y con una terrible tos, dirigiéndose directamente a Marcello, que al verla llegar tan alterada, se detuvo en su trabajo, preguntándole que era lo que ocurría. Entre sollozos, le confesó que su amigo Rodolfo la atormentaba y que ya había llegado al límite de lo que podía soportar. Estaba muy preocupada porque Rodolfo la rehuía y se moría de celos, habiéndose agriado mucho su carácter, hasta el punto de gritarle a cada instante que ya no la quería y que se buscara otro amante.

  To be continued in part 2 and last.





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