ROMANCE DEL MOÑO REMOÑO
Alfonso Ussía:
– Bautista, dígale al chófer
que me espere unos momentos.
Tengo que amañarme el moño
para acudir al Congreso-.
– ¿Desea mi ayuda, don Pablo?
-no, yo sólo me lo arreglo-.
Estaba aquella mañana
el moño duro y tremendo,
como una bola de tenis
o una pelota de béisbol.
En su interior habitaban
compartiendo apartamento
moscas, mosquitos, arañas
y toda suerte de insectos
amigos de los espacios
con los nutrientes grasientos.
-Bautista, dígale al chófer
que tardaré algo de tiempo
porque mi moño remoño
está demasiado espeso.
-¿Desea mi ayuda, señor?-;
– no, yo sólo me lo arreglo-.
El moño se resistía
con intrépido denuedo.
Cuando se ataba la goma
la goma, falta de celo,
se desataba y caía
a las baldosas del suelo.
-Bautista, tráigame el Cúter
que con mis manos, no puedo.
y por si el cúter me falla
la “Black and Déker” que tengo
en la esquina de la izquierda
ahí abajo, en el trastero
que me compraron antaño
Errejón o Monedero
el día de mi Onomástica
que comparto con mi Pedro.
–Señor Vicepresidente:
¿Me aceptaría un consejo?-;
– Si el consejo no es fascista
mi buen Bautista, lo acepto.
- Quítese toda la ropa.
desnúdese por completo
deje que el pelo del moño
se expanda y descienda, suelto,
sobre su atlética espalda
sin cautelas ni complejos.
Cuando se encuentre en pelotas-
y perdón por el exceso
de confianza en la forma
de expresarme, que lamento,
introdúzcase en la ducha
abra los grifos sin miedo
y conseguido el buen tono
del chorro, moje el cabello.
Presione bien el envase
del champú, y con los dedos,
después de ubicar el líquido
en la selva de sus pelos
haga espuma con sus manos
y colóquese en el centro
y así, manténgase un rato
bajo el líquido elemento.
Aproveche la ocasión
para enjabonar su cuerpo
que lleva meses sin agua
que lleva meses sediento.
Y al abandonar la ducha
ya limpio y libre el cabello
se hará su moño remoño
fácilmente, en un momento.
Un moño libre de orugas
un moño redondo, higiénico
que al verlo me hará gritar
¡Viva el Vicepresidente!
¡Dandy, pincel, caramelo!
¡Qué limpio va mi señor
a la sesión del Congreso!
-Pero Bautista, es fascista
eso de lavarse el pelo.
-Señor, con sinceridad
y con todo mi respeto
le recuerdo que a Fidel
cada día un peluquero
le lavaba pelo y barba
y le cortaba con celo
los pelos de las orejas
y esos pelillos groseros
que surgen de la nariz
en entrambos agujeros-.
–Bautista, me has convencido.
Me ducharé en un momento.
Díle al chófer que me espere
y que voy a ir al Congreso
a demostrarle a la Olona
o a mis queridos peperos
que con mi moño remoño
más brillante que un lucero
no hay huevos para llevarme
hasta el Tribunal Supremo.
-Y se lavó cuerpo y moño
y aquí termina este cuento.