Ya habíamos hablado del fatídico accidente donde Daniel y tres compañeros perdieron la vida:
Hoy su padre Fernado, muy buen amigo de mi Promoción de Caballería me cuenta:
Hola,
adjunto articulo de Teresa Cardenes, periodista
independiente de Canarias, sobre unas palabras que pronunció el General de
División del EA, Javier Salto, Jefe del Mando Aereo de Canarias MACAN(...) en la
toma de posesión del nuevo Jefe del Escuadrón 802 del SAR Tcol. Fernando Rubin (Unidad a la que
pertenecía mi hijo Daniel),
"martes, 6 de mayo de 2014
Déjeme que le pregunte,
general jefe del Macan
Dice el general Salto, jefe
del Mando Aéreo de Canarias, que los militares muertos en el accidente del
helicóptero del 19 de marzo eran personas valientes y sacrificadas a las que se
tributó en sus honras fúnebres una despedida "militarmente solemne, humanamente
sensible y protocolariamente señorial". Desde mi completa ignorancia de la
jerga militar o doméstica de los generales, confieso desconocer qué clase de
atributo representa la palabra "señorial" referida a un funeral. Pero
sí añadiría a la descripción del general Salto la otra versión que otros vimos
de la despedida realizada en la Base Aérea el domingo 27 de abril, 40 días y 40
noches después de que se desencadenara la tragedia del helicóptero del SAR. Y
créame general cuando le digo que algunos periodistas callan a veces muchas
cosas por una muy elemental prudencia, por escrupuloso respeto a las víctimas y
sobre todo por no hacer aún más daño a familias que han sufrido hasta el límite
de lo humanamente soportable los retrasos, las torpezas, las mezquindades, las
incompetencias y las inacciones de otros.
Para empezar, déjeme que le diga general que
muchos echamos de menos en ese funeral la presencia del Príncipe Felipe. Y no
solo porque se tratara de cuatro militares fallecidos en acto de servicio y
además miembros en el colmo de las malhadadas paradojas de un cuerpo de
búsqueda y rescate. Ni porque Felipe de Borbón compartiera con tres de los
desaparecidos la condición de piloto de helicóptero militar. Ni siquiera porque
apenas unos días después tuviera programado ir a hacer una exhibición de
sonrisas en familia a la Academia de San Javier del Ejército del Aire. No,
general. En un clima de irritación creciente de la sociedad con algunos
miembros de la familia real por el parasitismo manifiesto del que algunos se
han lucrado a la sombra de la Monarquía, al Príncipe, futuro Rey y futuro mando
supremo de las Fuerzas Armadas, se le echó sobre todo de menos porque era el
gesto mínimo de sensibilidad que cabía esperar ante un drama que, ni planeado
por el más perverso y diabólico de los cerebros, hubiese reunido tal cúmulo de
horrendas horas de espera, trágicos rescates fallidos y, pulverizados ya todos
los límites del sufrimiento humano, esos últimos cinco días de calvario y
crueldad quintaesenciada aguardando por las pruebas forenses.
La pregunta no es, general, si el funeral
celebrado en la base aérea fue "protocolariamente señorial" o no. La
cuestión es qué tenía que hacer ese domingo el Príncipe mejor que acercarse a
cuatro familias, por una muy básica cuestión de solidaridad humana, a
trasladarles algo de calor, aún a sabiendas de que el consuelo era (y usted
seguramente sabe muy bien por qué) misión imposible. Qué costaba un simple
gesto, a sabiendas del dolor inenarrable por las circunstancias en que se
producían esos actos fúnebres. Qué había de irrelevante, innecesario o gratuito
en volar dos horas de venida y otras dos de vuelta para transmitir siquiera una
sonrisa de afecto no ya solo a las devastadas familias, sino a los compañeros
directos de las víctimas en el SAR o a aquellos otros militares que no dudaron
en jugarse la vida con tal de que, de alguna manera, los cuatro fallecidos
pudieran estar en su propia despedida.
¿"Protocolariamente señorial"? Ya
que cita usted la presencia del ministro Morenés en los funerales como una
garantía de "acto muy digno", díganos por favor general qué tiene de
digno, de 'protocolario' o de mínimamente 'señorial' que, apenas unas horas
después de que ese helicóptero se hundiera en el Atlántico arrastrando consigo
las vidas de cuatro personas demasiado jóvenes para morir, el titular de
Defensa se pusiera a explicar sin que nadie preguntara cuántas horas de vuelo
tenía el Súper Puma y cuánto tiempo había pasado desde su última ITV. Díganos
qué tiene de protocolario y señorial que, de camino, se dejara flotando la
sospecha razonable de que, si algo falló, quizá no fueron ni la técnica ni el
vehículo, sino el factor humano. Ese maldito desparpajo con que se deposita
sutilmente la mirada de la responsabilidad en el que ya no podrá jamás
responder. ¿Protocolario? ¿Señorial? Yo diría más bien humanamente
impresentable en aquel día y aquella hora. A lo que siguió 38 días después esa
frialdad glacial con que se canceló inopinada y sorprendentemente la búsqueda y
se abrió hueco en la agenda para cerrar cuanto antes un capítulo
manifiestamente molesto en el resumen de prensa diario del Ministerio de
Defensa, despachado muchos días por cierto con una irritante displicencia
(sinónimo de abulia) por su gabinete (civil) de comunicación. Todo muy
elocuente y nada señorial en absoluto, eso se lo puedo asegurar.
Dicho esto, quizá no hiciera demasiada falta
que subrayara usted tal día como hoy que los militares, aunque sufran, tienen
que sobreponerse y volver a su día a día y a sus cosas marciales. Innecesario.
Primero porque ya lo saben. Y segundo porque hay heridas que tal vez cueste
cerrar más que otras. Una lástima que en el relatorio de tareas pendientes
olvidara citar usted a los miembros de la comisión de investigación de accidentes
de aeronaves militares. Sí, esos que, en paralelo a la investigación del juez
togado militar, tendrán que determinar ahora qué pasó, qué falló, qué cosas
funcionaron y cuáles no para que esta horrible tragedia que ha ido
lastimosamente mucho más allá de la muerte de cuatro personas demasiado jóvenes
para morir no vuelva a repetirse ni otras familias tengan que pasar por este
atroz calvario de 40 días y 40 noches de desesperación. Y otro día si quiere le
pregunto, ya que no se deja el ministro Morenés, quién fue el cerebro que
diseñó la operación de búsqueda subacuática para 23 días después del siniestro
y quién o quiénes los que desecharon recursos humanos y materiales más cercanos
que un barco con base en Chipre que quizá pudieran haber anticipado al menos
parte de la búsqueda en el fondo del mar. Pero eso, general, si le parece, se
lo pregunto otro día."
José V. Ruiz de Eguílaz y Mondría
XXX de Caballería