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3 mar 2013

LA HISTORIA DEL NIÑO Y EL SOLDADO









Rita Morales


Este reportaje fue en Septiembre del año 2006, lo publicaron en 2007, puede ser continuación del testimonio que te mande de mi padre en los últimos días de la batalla de Teruel, siempre había querido hacer un viaje por los pueblos donde el estuvo, en el año 2006 organizamos un viaje que termino en Betxí, buscamos una familia a la que él ayudo durante esos meses, antes de llegar a tomar Castellón se establecieron en este lugar, encontramos a ese niño ya convertido en hombre, la casa, la placita de San Juan (En la foto mi padre entra en dicha plaza conduciendo esa camioneta militar) La plaza estaba casi igual y allí encontramos la casa reconstruida que utilizaron como Cuartel General durante esos meses,  en fin fue todo de lo más emotivo, ese reencuentro después de tantos años.
 
La historia del niño y el soldado
Vicente Morales, ya con 90 años, ha regresado a la localidad donde pasó los años de la guerra civil para reencontrarse con José Piquer, el muchacho que, hace 67
 
CASSANDRA BLÁZQUEZ CASSANDRA BLÁZQUEZ 21/01/2007
 
2007 El reencuentro del niño y el soldado, tras 67 años.
 
1939 Imagen antigua de Betxí a finales de la guerra civil, cuando Vicente Morales conoció al niño.
 
Un exsoldado de la guerra civil se reencuentra con un niño al que ayudó durante el conflicto bélico. Podría ser el guión de una película, pero es una historia real. Ocurrió en Betxí
Vicente Morales llegó hasta la plaza de San Juan de la localidad y, preguntando por el pequeño José Piquer, se topó con su cuñada, que vive en la misma zona. Vicente volvió a esta localidad, después de 67 años, para reencontrarse con sus recuerdos. El soldado, del frente de Franco durante la guerra civil española, no quería morir sin volver a ver a aquel niño de su juventud. Era conductor de un camión durante el conflicto y formaba parte de la compañía de moteros Onía. En abril de 1938 dicha compañía se trasladó a Castellón, "sin encontrar resistencia", según afirma el soldado, de 90 años. 
Ayuda en la adversidad 
Formaban un grupo de 300 hombres, 48 moteros y 50 burros y eran una "fuerza de choque" que el bando franquista utilizaba para reforzarse en su intención de avanzar hasta Valencia. El frente nacional se quedó estacionado en la Serra d´Espad  y ocupó una casa betxinense para utilizarla de cocina. Vicente Morales conoció a una familia que vivía en una vivienda colindante. Era una mujer embarazada que, además, tenía tres niños. Y estaba sola. Su marido estaba luchando en el frente. Morales recuerda que los vio "necesitados" y, con el pretexto de que la mujer le lavara la ropa, "todos los días le llevaba botes de leche condensada". 
El niño era José Piquer. A sus cinco años, pedía el pan que les sobraba a los soldados. La situación de su familia era complicada, aunque en la zona "no había hambre". Por eso, Vicente le daba todo aquello que podía. 
La compañía nacional, hecha a gusto del Generalísimo, según comenta el soldado, permaneció en el pueblo hasta el final de la guerra. En esos nueve meses, a Vicente, que contaba entonces con 23 años, le dio tiempo a encariñarse con aquel niño que se acercaba a ellos cuando salía de la escuela y les pedía pan. Apenas acabó la guerra, fue destinado a la compañía de automóviles de Valencia y, después, regresó a su Madrid natal. Ahora, 67 años más tarde, el soldado emprendió el camino de regreso para encontrarse de nuevo con aquel paisaje de guerra en el que habitó.
Para José Piquer, el niño hoy ya convertido en un hombre, Vicente fue poco menos que un "santo". José agradece la visita del soldado y, sobre todo, la ayuda recibida en aquellos años de adversidad. En su memoria, siempre ha estado presente su viejo amigo. Por eso, volver a encontrarse con Vicente Morales ha sido casi "un milagro". Uno junto al otro, han vuelto a los paisajes de sus recuerdos, visitando escenarios de guerra como Nules, Bétera, la Vall d´Uixó o Alfondeguilla, las localidades recorridas por el frente en los años de conflicto. 
Es hora de la despedida. Vicente y José se abrazan. El primero bromea, con melancolía: "Entonces no había ordenadores pero yo tenía uno aquí", dice, señalando a su cabeza.
 Rita Morales